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martes, 23 de enero de 2018

Cuando hablas desde la poltrona

[Descripción: un hombre mayor
de raza blanca aparece sentad
en una silla negra, mirando
a cámara. Hay una silla roja
y otra negra de fondo]
TW: CAPACITISMO

Uno de los problemas que tenemos dentro de la comunidad autista es la deificación por parte de ciertas personas de la palabra de les prefesionales de la salud mental: les psicólogues y les psiquiatras. Muchas veces, sin ser verdaderamente conscientes de ello, tendemos a fiarnos de la palabra de elles más que de la propia palabra de nuestres compañeres de neurotipo o incluso de la propia nuestra. En resumidas cuentas: podemos caer muy fácilmente en una falacia de autoridad.

Antes de sumergirme en la materia quiero dejar muy claro un punto: a pesar de tener razones para no confiar plenamente en les profesionales de la salud mental. soy incapaz de despreciar su trabajo. No obstante, muches de les que me he encontrado son la clase de profesional que no admiten que quizá sus conocimientos no están completos o están obsoletos. O peor aún: que pueden estar equivocades, incluso si tienen el conocimiento correcto.

Este problema se hace especialmente notorio cuando hablamos de autodiagnóstico, un tema polémico allá donde aparezca. Sin embargo, al menos en el caso del espectro autista, aparte de ser un tema médico, también pasa por ser una cuestión de identidad. De entender quiénes somos realmente.

Esto me lleva a hablar del artículo publicado hoy en Autismo Diario sobre el tema: El autodiagnóstico... ¿Es tan fiable como muchos creen? He de confesar que este artículo llamó mi atención por dos razones. La primera: conozco a la autora. La segunda: quiero pensar que en Autismo Diario no tienen une correctore, porque mi ojo de escritore ¿frustrade? ha visto errores ortotipográficos importantes.

Pero, a medida que fui leyendo, el sinsentido fue tanto para mi cabeza que fui incapaz de terminar el artículo. Y ahora, mientras escribo mi respuesta, he tenido que sacar fuerzas de donde no las tengo para terminarlo. Y lo que me he encontrado haría llorar a MegaDelcatty, como suelo decir.

Seré clare: este artículo es un ataque a la comunidad autista, en general. Escribir un artículo para quitarle validez al autodiagnóstico, negar el supremacismo aspie y, de paso, desprestigiar una de las iniciativas nacidas en el seno de la comunidad autista hispanohablante solo se puede definir con la palabra violencia.

No hace falta ser une genie para saber que aquelles relacionades con el campo de la psicología rechazan el autodiagnóstico por motivos monetarios. Pero de ahí a comparar el autodiagnóstico con leer la Wikipedia y ya tal y como ha hecho Ana Peña refleja un claro desconocimiento y desprecio sobre la materia. Para aquelles que queráis saber más, os dejo la guía para el autodiagnóstico escrita por la compañera de Al otro lado del espectro, la cual solo puedo calificar de excelente.

Hace un tiempo escribí el artículo Razones por las que rechazar el autodiagnóstico está mal, en el cual reflejo ciertos peligros a los que la comunidad autista hace frente a la hora de querer que une profesional reconozca esa parte de su identidad. Bien, la autora del artículo ha obviado por completo varias cosas que ya había reflejado hace un tiempo. Queriendo que todes pasemos por el diagnóstico profesional hace que para algunes nos sea imposible por nuestra condición económica, por mucha seguridad social que exista. Para otres, un diagnóstico de espectro autista puede poner su vida en peligro. Otres jamás serán diagnosticades porque el patrón diagnóstico está hecho para hombres cisgénero de clase media. Y para otres, el tener el diagnóstico de espectro autista suele significar que no podrán vivir conforme a su identidad de género.

Es muy fácil hablar desde la poltrona, a pesar de ser una compañera de espectro. Pero el hecho de que ella también sea autista nunca podrá redimirla de la conducta violenta que está mostrando hacia su propia comunidad. Y como dije en Twitter, haciendo esto ha despreciado a prácticamente todo el mundo. Es muy fácil dejar de vernos como seres humanos diversos y empezar a hablar de nosotres como algo patológico y que debería ser controlado, en vez de dejar que descubramos, aceptemos y compartamos nuestra identidad y neurotipo tal y como consideremos conveniente y seguro.

Por último, quiero enseñaros el último párrafo del texto el cual no tiene desperdicio.

[Transcripción: Hay que reafirmar que la conducta social de la persona con autismo puede ser “distinta” pero jamás con tintes malvados o supremacistas, sino desde una visión de necesidad de aceptación y comprensión. Y hay que dejar claro que la comunidad de personas con autismo son buenas personas que tienen las mismas necesidades que cualquier otro. Y por tanto, quienes enarbolan esa especie de cruzada de “Soy Autista” y soy mejor que tú, odio a todo el mundo porque el mundo me odia, son gente tóxica que han fagocitado la causa del autismo en su propio beneficio o para ocultar otros trastornos que no están bien vistos socialmente, es mejor ser autista que sociópata, ya que por lo menos nosotros no tenemos un odio interno tan grande hacia la sociedad, sino que más bien queremos cambiarla a mejor aportando nuestro granito de arena.]
Obviemos el "persona con autismo" por ahora, ya que este artículo no habla de eso y si me leéis sabéis mi opinión al respecto. Quiero pensar que estoy exagerando, que veo ataques donde no los hay. Sin embargo, me parece muy fuerte decir que las personas autistas no son supremacistas (sic) cuando una de los mayores problemas internos que tenemos son les supremacistas aspie separándose de los autistas no verbales y/o con necesidades más complejas porque "elles no pueden ser tan r*trasades", con todo el hedor a capacitismo que ese supremacismo conlleva.

En cuanto a lo de "Soy autista", si eso pretende ser un ataque hacia la iniciativa #SoyAutista, debo decir que la señorita Ana Peña no ha entendido nada. Yo, como persona autista, no me considero mejor que nadie. No odio como ella dice. Y nunca se me ocurriría usar el activismo autista para dañar a nadie o sentirme mejor a costa de otra gente. Y sé que la gente de #SoyAutista comparte mi sentir respecto a eso. ¿Es acaso esto un ataque? Porque si lo es, no lo merecemos en absoluto.

Esto es exactamente lo que sucede cuando quieres usar las herramientas que te han oprimido para liberarte de ellas. Tus intenciones pueden ser puras y nobles; sin embargo, ese cambio de perspectiva puede volverte igual a aquello de lo que quieres liberarte. Yo veo claramente que esto es lo que ha sucedido. Has pasado a vernos como un mero trastorno. Como un sparring del capacitismo que estás interiorizando. Y eso a la larga a nadie le hará bien. Esto es lo que pasa cuando hablas desde la poltrona.

lunes, 25 de diciembre de 2017

La máscara

A lo largo de mi vida, siento que he llevado una máscara. No una de esas que llevas por Halloween. Tampoco algo elegante, como las de los carnavales venecianos. Más bien una máscara cuyo único fin es ocultar tu identidad.

Aunque al principio no era consciente de su existencia, a medida que he ido creciendo y desarrollándome como ser humano me iba percatando de pequeños detalles. Al principio esos detalles parecían insignificantes, hasta el punto de que los achacaba a cosas que no tenían nada que ver con la máscara que cubría mi rostro.

Un buen día, casi sin darme cuenta, esa máscara cayó. Pero solo yo me di cuenta. Y cuando pude ver mi cara al natural por primera vez, me aterroricé. No era como las caras de otra gente. Tenía tanto miedo de que se dieran de que era diferente que decidí ponérmela otra vez y no contarle nunca a nadie lo que había bajo ella.

¿Problema? Como el gran trozo de piel muerta que era, lo que había estado impidiendo que fuera yo misme, había comenzado a caer. Al principio era tan sutil que nadie se había pertacado de que lo que llevaba no era más que los restos de algo que una vez había sido una máscara. Pero aquella mentira no hacía otra cosa sino degradarse cada vez más rápido.

Además, después de aquel incidente, había algo que no paraba de perturbarme: empezaba a notar cosas que delataban la existencia de la máscara. O más bien lo que quedaba de ella. Ya no solo eran los trozos que no paraban de caer. Olía mal. Empezó a ser incómoda. Pero lo peor era con diferencia que la gente hablaba de ella como si fuera mi verdadero rostro, con el dolor insoportable que sufría y aún sufro.

Hace no mucho, decidí ser valiente. Me arranqué los pocos pedazos de piel muerta que quedaban y decidí ser yo misme. Para siempre. En ese momento fue cuando grité mi nombre, el nombre que siempre supe que había tenido, pero por el que nunca nadie me había llamado.

Fue entonces cuando terminé aceptándome como no binarie. No más inseguridades. No más dudas. No más máscaras. También fue entonces cuando pude admirar la belleza del rostro que solo mis ojos habían visto.

¿Por qué esconder algo que también forma parte de este mundo? Independientemente de mi identidad de género, de mi neurodivergencia, de lo que sea que me haga menos normative, paseo bajo el mismo sol y duermo bajo la misma luna. Si aún hay gente que se empeña en ver a una mujer que nunca existió en mí, es su problema. Yo por fin tengo claro quién soy y no voy a dejar que aquelles que nieguen mi identidad tengan poder alguno sobre mí.

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Wicked Rainbow es mi pequeño negocio, aparte de mi trabajo a tiempo completo. Es una pequeña tienda espiritual donde vendemos cristales, incienso y bisutería.

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