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viernes, 6 de mayo de 2016

Una disculpa a mis alumnes autistas


Lo siento. Soy una buena persona. Una buena profesora, creo. Escucho, aprendo, aspiro a ser mejor. Sé que es una gran responsabilidad moldear mentes jóvenes, opiniones jóvenes. Pensaba que sabía lo que significa educar a une alumne autista. Pero la experiencia me ha dado algo que el conocimiento nunca ha podido, y lo siento. Ahora empiezo a entenderlo.



Antes de ser la madre de mi hijo, el cual sé que es autista, pensaba que podríais tener problemas para imaginar tan lúcidamente como les demás. Ahora veo que no es eso: vuestras mentes pueden ser rápidas, brillantes y coloridas. Como aves exóticas, hermosas, pero poco comunes. A veces solo tenéis problemas para imaginar cosas gobernadas por las aspiraciones, las mentes, de otres.

Antes, sabía que algunes de vosotres pensábais que las relaciones eran muy complicadas. Pensaba que vuestras emociones discurrían de forma diferente a las mías. Ahora, siento el calor de los brazos de mi hijo envolviéndome y sé que no es verdad. Sentís amor de la misma forma, simplemente encontráis complicado expresarlo tal y como les demás piensan que deberíais.

Sabía que la gente estaba equivocada cuando le echaban la culpa de cualquier mal comportamiento a una falta de control y disciplina familiar. Pero no supe lo que significa sentirse abrumade por el mundo caótico que os rodea hasta que dejáis de ser capaces de funcionar en él.

Enciendo el secador de manos sin pensar. Ojos furiosos, corazón palpitante, varios minutos cogiendo en brazos a mi pequeño, susurrando palabras para reconfortarle, esperando a que se calme… Esa súbita revelación es mi nuevo entendimiento.

Esfoy forzada a imaginar cuan doloroso puede ser el ruido, el bullicio, las luces fluorescentes para vosotres.

Sabía que podíais sentiros atrapades en lo literal, confuses por un mundo en el que las reglas del lenguaje parecen hechas solo para ser rotas. Veo la cara de mi hijo torcerse de angustia cuando le digo que tendrá que “quedarse en las escaleras para siempre” si no viene rápido y entiendo lo extremadamente injusto que es que haya otres que entiendan más fácilmente las reglas complejas del lenguaje.

Sabía que podíais disfrutar de la rutina y que los pequeños cambios pueden provocar grandes reacciones. Pero no entendía los verdaderos sentimientos tras esas respuestas. Lo inesperado puede ser fastidioso, todes podemos comprenderlo.

[Descripción: esta foto muestra un tapiz de juego de un parking. Se puede apreciar que está
al revés porque todos los números lucen extraños menos el 6 y el 9, debido a sus grafías]
Mi hijo observa las plazas de aparcamiento de su mesa de juegos desde el lado contrario. Él sabe bien sus números. Siempre son los mismos. Pero hoy, el 6 se ha vuelto un 9 porque, desde su punto de vista, está al revés. Entonces, grita:

-¡Mami! ¡Mami, ayuda, por favor! ¡Cámbialo! ¡Tiene que darse la vuelta, tiene que darse la vuelta! Está mal. ¡Por favor, mamá, por favor, ayuda!

Corro. Hay un momento de pánico. Pienso que se ha hecho daño. Algo tiene que estar horriblemente mal. Pero no. Después de unos minutos observando cómo intentaba explicarme, lagrimeando, al fin lo comprendo. “Tiene que estar cerca del diez”, lloraba, “¡Porfi, haz que esté al lado del diez!”

Lo llevo al otro lado, donde los números están correctos, donde siempre deberían estar. Y se calma.

Lo siento. No sabía el terror que podía traer lo inesperado. Para algunos de vosotres, las prequeñas cosas pueden ser enormes. Un objeto inesperado, un camino inesperado, encontrar un 9 donde debería haber un 6… Esto puede ser tan terrorífico como encontrar un león en tu salón.

Siento no haber comprendido todo esto cuando una chica suplicaba dejar la clase, cuando vi a une alumne gritando a otro miembro del personal, cuando te hice llevar tu jersey de la escuela porque esas eran las normas y todes tenemos que cumplirlas.

Pero hay más. Aparte de arrepentirme por mi falta de entendimiento, también me arrepiento por no haberme dado cuenta del todo. No os definen las diferencias que a veces nos dividen, sino las similaridades que nos unen. Somos seres humanes con corazones humanos. Estamos ansioses, asustades, tenemos miedo, amamos y lloramos, por dentro o no. Todes nosotres. Quiero a mi hijo como un trillón de madres quieren a su trillón de hijes, en todas partes, así como vuestras madres os quieren a vosotres.

Estoy agradecida por entenderlo ahora. No solo porque puedo ser una mejor profesora para todes vosotres, sino que puedo ser mejor profesora, mejor ser humane para todo el mundo que conozco, educo y quiero. ¿Quién sabe de las luchas silenciosas de les demás? ¿Quién sabe qué acciones están provocadas por el miedo, la duda o la desesperación?

Somos diferentes, no menos. Los miles de hijos e hijas que han llenado mis clases, chicas, chicos y chiques; blancos y negros; autistas y neurotípiques… Y mi corazón de madre hace esta promesa a todos los corazones de madre, y a vosotres: intentaré entender, intentaré ser mejor, intentaré trataros a vosotres, cada alumne, como diferente, no menos.


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Opino que la formación sobre autismo dada en escuelas es sencillamente inadecuada. Como profesora, he recibido formación sobre autismo, de muchos colegios diferente, cada año desde que me gradué, hace trece años. No ha servido para ayudarme a entender las necedidades de alumnes autistas. Me gustaría compartir esta entrada con neidres, profesores y aquelles con posiciones de mando en educación, así que podríamos esparcir la palabra y mejorar la situación juntes.

La formación sobre autismo que he recibido se centraba en “gestionar” los “síntomas” del autismo. Apenas he ganado entendimiento en los problemas o sentimientos que pueden motivar problemas de comportamiento en alumnes autistas. En trece años, nadie me ha explicado qué se siente en un colapso, o ni siquiera qué puede pasar si une alumne autista muestra un comportamiento relacionado con una sobrecarga sensorial. Es solo ahora cuando me doy cuenta que no estaba preparada en absoluto. No es algo que como neidres, educadores, seres humanes, podamos permitir.

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