Páginas

viernes, 29 de abril de 2016

El lenguaje de mi mente

Quiero comunicarme con el mundo que me rodea. Pero a veces yo no comprendo los mensajes del mundo, o elles no entienden lo que intento decir. No es porque no sepa el idioma, un problema que sí que tuve cuando viví en Francia. Es, simplemente, que mi cerebro funciona con otro código.


A pesar de que soy capaz de expresarme de forma verbal, lo cierto es que mis problemas procesando el lenguaje oral y el hecho de perder la capacidad de hablar en determinados momentos hace que haya tenido que recurrir a mi forma más básica de comunicarme. Me refiero a la escritura.

Aunque confieso que he perdido un poco de práctica en lo que respecta a la escritura literaria, el escribir en este espacio de forma semanal hace que sea capaz de expresarme de forma adecuada tanto en español como en inglés. Ya que necesito tener ambos idiomas lo más dominados posible, me resulta de mucha ayuda poder practicar ambos a la vez.



[Descripción: se pueden ver una
docena de rotuladores de diferentes
colores en un  estuche transparente.
Están apoyados en una libreta
en la que hay dibujada una Skitty,
un Pokémon. La Skitty dice "Nya!"]
La cuestión es que a veces no puedo hablar. Puede ser porque estoy a punto de tener un colapso y el sonido de mi propia voz hace que me altere más. Puede ser que por estrés o cansancio sea incapaz de hilar de forma coherente dos o más palabras seguidas. O ya he tenido el colapso y me siento tan exhausta que sencillamente no me sale. Cuando esto ocurre, recurro a mis rotuladores y a mi libreta, los cuales llevo conmigo la mayoría del tiempo. Y si por un casual no encuentro las palabras, acabo dibujando.

La mayoría de las veces mis interlocutores se lo tomaron con paciencia. Sé que es incómodo tener que recurrir a frases simples para que yo pueda asimilarlas y luego pueda responder sin tener que tomar demasiado tiempo. Pero así es como funciona mi discapacidad, y forzarme a comunicarme en unos términos que no entiendo al final acaba siendo perjudicial para mí misma.

Solo una vez fui abiertamente discriminada por no ser capaz de hablar. Lo irónico es que la persona que me discriminó es la profesora que lleva los cursos para mejorar la empleabilidad de una agencia de empleo para discapacitades. Tomad este hecho como queráis. Pero pasar ha pasado, vaya.

Así que si alguna vez alguien quiere comunicarse con vosotres y prefiere una forma concreta por las razones que sean, os pido que no le juzguéis y, si os es posible, accedáis a su petición, ya que seguramente haya una razón de peso detrás. Ya es bastante complicado comunicarse en un mundo que siempre tiene prisa y que quiere hacer mil cosas a la vez como para encima poner más trabas en algo que es básico.

miércoles, 27 de abril de 2016

Si sufres de depresión, lee esto

Todes tenemos, al menos, un privilegio. El privilegio de ser humanes. O, al menos, serlo físicamente. Pero hay muchos más. Puedes tener el privilegio de ser un hombre, de ser cissexual, de ser heterosexual, de ser delgade, de ser neurotípique, de ser de raza blanca… ¡Y eston son los que se me ocurren! Pero estoy segura de que hay más. 

Yo, como mujer, gorda, autista y extranjera en el lugar en el que resido, sufro una cantidad importante de opresión. Me ha sido muy difícil llegar a la posición a la que estoy hoy. Y he sufrido muchísimos varapalos por el camino. ¡Y los que me quedan! 

Pero ojo, así como experimento opresión por ciertas cosas, también tengo ciertos privilegios dentro del kyriarcado. Soy heterosexual, de raza blanca, europea, puedo expresarme usando lenguaje oral (esto da para otro escrito) y soy humana. Yo nunca seré insultada (como poco) en la calle por estar dándole de la mano a mi pareja. Nunca seré víctima de ataques racistas. Nunca se dudará de mi inteligencia o similares por el simple hecho de no ser capaz de hablar. Y nunca se me matará para comerme o se me usará para experimentos que no he consentido.

Efectivamente: ME REVISO. No es fácil, puesto que son muchas cosas que tener en cuenta y muchas voces oprimidas a las que escuchar. Y, por supuesto, esto implica estar abierta a aprender de las críticas. Confieso que parte de mi autismo es tomarme un pelín a pecho las críticas, o, al menos, si la otra persona no elige con cuidado las palabras. Muchas mujeres en el espectro compartimos este pequeño rasgo. 

Debido a esto, a veces pienso que no me merezco el privilegio de ser activista. De hecho, a pesar de que en los últimos días mi petición para retirar el libro “Vencer al autismo” se ha vuelto muy relevante y mi nombre está empezando a sonar en algunos lugares, no me considero una activista 100%. Estoy aprendiendo a usar adecuadamente este privilegio, por lo que a veces diré cosas que no tocan, cometeré errores que pueden herir a personas que están tan oprimidas como yo, perderé la paciencia con esos que creen que las vacunas causan autismo y que este se puede curar con aceite de coco, clorito sódico o los panes baozi del Felisano e incluso me tomaré ciertos ataques de forma personal, aunque sea muy obvio que, más que a mí, vayan dirigidos a la voz que intento levantar.


Yendo por fin al grano… 

Sé que afirmé de forma absoluta en esta entrada que las personas que sufren depresión no son neurodivergentes. 

¿Sabéis qué? ¡Lo retiro! O, al menos, lo tacharé en ese escrito y pondré un enlace a este texto. Porque ser honesta es una cosa y querer ocultar un error es otra. 

Sé que la explicación va a ser tan larga como este preámbulo, pero espero que todo quede más o menos zanjado para poder disculparme en paz. 

Hay muchísimo debate en cuanto a qué condiciones mentales deberían considerarse neurodivergencias y cuáles no. Aunque algunas como la condición bipolar, la condición obsesivo-compulsiva y el espectro autista entre otras se consideran claramente neurodivergencias, hay otras condiciones que se suelen tener constantemente en debate. Generalmente se tratan de la depresión y la ansiedad. 

Me gustaría matizar que tener una depresión o un ataque de ansiedad en un momento puntual no te hacen automáticamente neurodivergente. Todes podemos venirnos abajo porque nos pasan muchas cosas malas de repente y no sabemos llevarlo. O, en un momento puntual, tenemos que enfrentarnos a una situación que nos produce tales niveles de angustia que acabamos con un ataque de ansiedad. 

Pero, por ejemplo, ¿qué pasa si, en lugar de tener depresión, eres alguien deprimide? Alguien que ve el mundo de forma tan negativa que salta de depresión en depresión y cambio de medicamentos que me hacen más mal que bien porque me toca. Estas personas no eligen ser así. Son así. Si tienen la suerte de encontrar una medicación que les ayude y el afecto y comprensión de familiares, amigos e incluso pareja, pueden sobrellevar sus vidas de forma más o menos normal, ¿pero y si no? 

Ojo, ya sea que tengas depresión o seas deprimide, no pretendo decir que unes valgáis más que les otres. Sea una cosa o la otra, la depresión es algo muy serio, y nunca se sabe lo muchísimo que duele hasta que te descubres llorando en cualquier lugar aleatorio porque cierto estímulo te ha detonado completamente; comes y duermes demasiado; tienes pensamientos altamente destructivos hacia ti misme o les demás y lo único que puede hacer el médico de cabecera por ti es recetarte las primeras pastillas que se le ocurren porque no sabe qué hacer; y quizá la Unidad de Salud Mental se tome tu caso con demasiada calma, a pesar de que le has repetido como setecientas veintiuna veces que eres autista, y que lo que te pasa no es más que un subproducto de ciertas circunstancias de tu vida. 

Así fue como yo me di cuenta. Y, aún con todo, no me lo creo. 

Asumo que usar mi privilegio de activista autista para echar del espectro neurodiverso a aquelles que sufrís depresión porque sois así ha sido una total guarrada. Estaba equivocada, y hasta que no he empezado a estar casi en el mismo saco que vosotres y cierto debate me animó a revisarme más a fondo no me he dado cuenta. 

Perdón. Siento si te he hecho daño afirmando lo que afirmé. No soy nadie para irle poniendo fronteras fijas a qué es neurodiverso y qué no. Por muy autista que sea. 

Si hay algo mal en esta disculpa, espero que me corrijas y me expliques cómo lo ves desde tu perspectiva. Yo sé de autismo, pero fuera de ahí, no me veo capacitada para escribir adecuadamente sobre otras neurodivergencias o condiciones mentales, salvo retazos puntuales que domino por conocidos. El aprendizaje forma parte de mi activismo. Revisarme constantemente tambien.

Si te gusta este blog, podría interesarte...


Wicked Rainbow es mi pequeño negocio, aparte de mi trabajo a tiempo completo. Es una pequeña tienda espiritual donde vendemos cristales, incienso y bisutería.

Por el momento solo hacemos envíos en el Reino Unido, pero podemos hacer pedidos individuales mediante facturas con envío internacional.

Página solo disponible en inglés.

Creative Commons

Licencia Creative Commons

NeuroAwesome por Sariel Arjona se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en www.neuroawesome.com.