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domingo, 30 de octubre de 2022

Mi historia de acoso laboral

Es complicado enfrentarse a la página en blanco cuando lo que quieres escribir no es precisamente amable. No obstante, pienso que cuanta más gente hable de estas experiencias, más fácil será para aquelles que opten por soluciones más drásticas, como acudir a la vía legal, por ejemplo.

Es una verdad muy incómoda, pero no por ello menos cierta: les autistas somos más propenses a sufrir acoso laboral. Aunque las estadísticas son muy variables dependiendo de la fuente, se estima que entre un 17% y un 33% de les autistas adultes han sufrido alguna vez acoso laboral. Si la tasa de desempleo entre la población autista ya es my preocupante, si le añadimos el hecho de que tienes al menos una entre seis probabilidades de que no te traten bien en el trabajo, ¿para qué esforzarse?

Sé que algunes de les que estáis leyendo este artículo estáis pensando que no nos queda otra que apechugar, por eso del capitalismo y el hecho de que estamos prácticamente forzades a trabajar. Lo sé, y estoy de acuerdo. Lo ideal sería mandar el capitalismo bien lejos, pero como no creo que eso vaya a pasar a corto plazo, lo mejor es hacer la tortura más soportable, ¿verdad?

Por eso quiero escribir sobre mi experiencia personal. No sólo porque me va a ayudar a sentir mejor, a racionalizar que lo que ha pasado no es culpa mía. Esto también puede ayudar a quiénes leáis esto. Porque el bullying no siempre es tan obvio como lo pintan. Además, el hecho de que he esperado suficiente tiempo desde que los hechos sucedieron hasta ahora, cuando ya no tengo vinculación alguna con la franquicia y la marca, me permiten escribir libremente sin temor a consecuencias legales.

De todas formas, por razones espero que obvias, no pondré nombres reales. Aunque en estos casos soy partidarie del name&shame, no creo que aporte mucho a la conversación saber quién es fulanito o en qué restaurante ha pasado lo que voy a contar. A menos claro, que alguien que resulte vivir cerca de mí necesite esa información. En ese caso, no me importa responder a dudas en privado.

Y, antes de empezar, un consejo basado en mi propia experiencia, y aderezado con algo de experiencia personal de mi novia. ¿Eres autista? ¡Ni se te ocurra trabajar en comida rapida! ¡No, no, jamás de los jamases! ¿Me oyes? Espero que sí.

Por fin, entremos en la historia…

Eran principios de 2017, y era el final de una época de mierda. Lo poco que quiero contar públicamente es que, por querer ayudar a una señora que era medio-amiga (!!!) de una vieja amistad, me vi metide en un lío de tres pares de cojones. Y creedme: el hecho de que use tal vulgaridad en formato escrito está más que justificado. Necesitaba un trabajo, para ayer. El no encontrar trabajo significaba volver a la casilla uno, que era estar atascade en Blackpool. Una situación bastante mala, la verdad.

Y encontré un trabajo, por lo que pude quedarme en Manchester por mi propio mérito. Obviamente, no de la mejor manera posible, pero eh, mejor que en Blackpool. 2017 no fue tan mal año, a decir verdad, pero las cosas iban a cambiar para el año siguiente.

Ciertas malas decisiones empresariales llevaron a la franquicia que operaba el restaurante donde trabajaba a volverse la versión de AliExpress del Señor Cangrejo. Y debido a la tacañería mostrada, algunes de mis mejores compañeres encontraron mejores trabajos. Incluyendo el que fue mi gerente hasta entonces. Debido a eso, el que fue por entonces su ayudante fue ascendido a gerente. Pues ese fue el detonante.

¿Habéis oído la típica historia del encargado que está más o menos bien y se vuelve un capullo una vez le ascienden? Pues es exactamente lo que había pasado en este caso. El dichoso Ahmed dio un giro de 180 grados.

El primer detalle llamativo es que, antes de que Ahmed fuera gerente, nuestro equipo era bastante diverso, con chiques de diferentes países y edades. Pero una vez fue ascendido, casi sin darnos cuenta, quitándonos a quiénes habíamos sido contratades con anterioridad, nuestro equipo se volvió predominantemente un club de chiques de instituto provenientes de Oriente Medio y Asia. Y para añadir más sal a la herida, fueron estes chiques quienes se llevaban el trato de favor.

Lo diré claramente: Ahmed estaba beneficiando a aquelles que compartían origen y religión con él. Yo, le autista, no binarie, y por entonces agnóstique era quien estaba más en el punto de mira. Y para hacer las cosas aún peores para mí, mis problemas de salud estaban empezando a salir en forma de excesivos viajes al baño.

Como dato curioso, la única persona no asiática contratada por Ahmed fue un chico polaco, que también estaba en sus años de instituto. Para quiénes no viváis en Reino Unido, hay una razón de peso por la que nuestra plantilla estaba siendo rejuvenecida a la fuerza: el salario mínimo para menores de 18 años apenas pasaba de las cuatro libras por hora en 2018. En cambio para mí, al ser mayor de 25 años, estaba cobrando casi el doble. Por hacer exactamente el mismo trabajo. Injustísimo, como poco.

Antes de que el 2019 llegara, recuerdo que nuestro restaurante necesitaba ascender a alguien con urgencia, por eso de que compañeres que habían sido importantes para mantener el negocio rodando habían encontrado mejores trabajos. Llegaron hasta el punto de pedirnos en una reunión que, quienquiera que estuviera interesade, que hablara con el equipo. Bien, yo no hablé directamente con Ahmed, pero sí con alguien que podía actuar como encargade. Y directamente me dijo que ni de broma, que ya habían hablado sobre mí y yo, simplemente no sería considerade por… ¡Mis problemas de salud! Lo cual, por cierto, es ilegal en Reino Unido. Pero, ¿sabéis qué? Ahora, varios años después, sé que al final fue la decisión correcta para mí, no para el restaurante.

Y así acabó 2018, Ahmed estaba enseñando sus colores, pero la situación era moderadamente soportable. Hasta que el siguiente año empezó.

La franquicia, tratando de exprimir aún más cada penique, seguía recortando el presupuesto que cada restaurante tenía disponible, incluido el nuestro. Y eso se reflejó en un problema que hizo que empezara a pensar muy seriamente en cambiar de trabajo. Cada viernes, éramos las cuatro mismas personas trabajando el mismo turno. Esto estaría bien un día laboral, pero los viernes y sábados eran los días que, sin importar cómo nos organizáramos, todo se iba a la ir a la mierda por una razón muy sencilla: nos faltaban manos. Y yo me estaba llevando la peor parte por algo que Ahmed había heredado del gerente anterior, y que no estaba dispuesto a cambiar.

Veréis, aunque realmente no tengo quejas del viejo gerente, lo cierto es que su manera de organizar sus empleados era, cuanto menos, sexista. Resumiendo y simplificando mucho, si eres una chica, vas a caja. Si eres un chico, vas a la cocina. ¿Y qué pasa si no se te da bien lo tuyo, no te gusta o simplemente no entras en el binario?

Según Ahmed, te jodes. Que nunca ha usado esas palabras en mi cara, pero entendéis el mensaje.

Así que ahí estaba yo, cada puñetero viernes en la caja, aguantando a tíos siendo unos babosos de mierda y teniendo que hacer el trabajo de dos, e incluso tres personas yo sole. Debido a ese estrés, yo lo estaba pasando mentalmente fatal, lo que me hacía sentir más dolor y malestar por mi enfermedad. Además, mi manera de “soportar” ese estrés era también recurrir a hablar como un marinero. Como os podéis imaginar, eso último no es precisamente bueno cuando te fuerzan a trabajar de cara al público.

Ojo, no estoy intentando echar mierda a mis compañeres: elles también estaban muy ocupados con el auto-servicio. El susodicho recibió quejas tanto nuestras como de clientes, enfadades porque podíamos tirarnos hasta media hora desde que entran por la puerta hasta que le dan el primer bocado a su comida. Sí, media hora en un restaurante de comida rápida. E incluso sabiendo lo mucho que Ahmed priorizaba las quejas de clientes, nunca hizo nada. Recuerdo que alrededor de febrero actualicé mi currículum y empecé a buscar trabajo. Cualquier trabajo que no implicara trabajar de cara al público. Pero no hubo suerte.

¿Recordáis cuando Ahmed estaba pidiéndonos que nos ofreciéramos voluntaries para ser ascendides a encargades? Bueno, amiwis, dejad que os cuente algo que nunca fue un secreto: aquella súplica fue un paripé, porque había elegido a un chico a dedo, sin considerar a nadie más. Pero debido a que ese chico se vio envuelto en dos sucesos violentos, uno de ellos con clientes involucrados, Ahmed se vio forzado a no ofrecerle la promoción a ese chico. Y por eso la franquicia decidió buscarse la vida y traer a alguien para ayudarle: Cecil.

Cecil ha sido probablemente el mejor superior que he tenido mientras trabajaba para ese restaurante. Él fue el primero en respetar mi nombre y en entender que yo realmente no sirvo para trabajar de cara al público. Soy demasiado crude y directe para ello. Él nunca me pidió cosas como mi pasaporte para llamarme por mi nombre, o mi diagnóstico para entender que soy autista, y ergo, necesito ayuda en ciertas cosas.

La única tara de Cecil es que siempre intentaba ver las cosas desde todos los ángulos posibles. Os preguntaréis cómo puedo decir que esta cualidad es mala, y comprendo vuestro punto. Pero en una situación en la que tenemos un gerente que se está pasando de la raya con varias personas, tener a alguien que puede simpatizar con Ahmed no es bueno, a pesar de todas sus buenas cualidades, que son muchas. No obstante, ¿puedo culpar a Cecil de esto? Absolutamente no.

A pesar de que las cosas realmente no cambiaron mucho hasta verano, Cecil estaba haciendo lo mejor posible para que el restaurante no se fuera a pique. Se ganó el cariño de todes les que trabajábamos ahí, y el ambiente mejoró muchísimo gracias a él.

Sin embargo, mi salud mental empezó a decaer. A pesar de que 2019 no fue un mal año, ya que fue cuando conocí a mi pareja, hubo muchas cosas que hicieron la situación en el plano laboral volverse un agujero negro de porquería. Resumiendo las cosas que Ahmed hacía y decía:
  • Usaba mi necrónimo. Constantemente. Y no importaba cómo de educadamente le corrigiera o hubiera otres compañeres llamándole la atención: el tío no rectificaba, hasta el punto de que un día dijo literalmente: “Te llamaré Sariel el día que tu pasaporte tenga ese nombre”.
  • Hacía luz de gas todo el tiempo para salvarse el culo. El peor ejemplo es cuando le dijo a una chica que él no había cambiado los turnos de esa semana, para que ella le mostrara capturas de pantalla hechas por su hermana, quien también trabajaba en el restaurante, que probaban que Ahmed sí había hecho cambios. ¡Ooooops!
  • Si cometes errores que, a sus ojos, son imperdonables, por pequeños que sean, te amenazaba con despedirte. Porque no hay nada mejor para mantener al equipo motivado que el uso de amenazas, yaaaaaaay.
Sin embargo, hubo dos incidentes que cambiaron las cosas a mejor, aunque no recuerdo el orden de los mismos. Creo que pasaron en días consecutivos, pero os pido que no os fiéis de mi memoria, ya que sólo sé que pasó en verano. Probablemente junio o julio.

Aquí le menda sabía que empezaba a trabajar a las doce, por lo que noche anterior me lo tomé con calma y me fui a dormir de tranquis. Todo correcto hasta que me despierto a las nueve y media, de forma aleatoria, con una alarma de Google Calendar. Y ahí estaba: un recordatorio de que mi turno empezaba a las diez. Y yo, teniendo el mal despertar que tengo cuando me despierto por sorpresa, me enfado, y mucho. Que sí, que vivía cerca y llegué “sólo” diez minutos tarde, creo recordar.

Aunque yo sabía que el turno había sido cambiado, decidí ir de buenas a preguntarle a Ahmed. ¡Y el señor, cómo no, me mintió en mi cara bonita! Y a pesar de que yo tenía pruebas de que estaba mintiendo, el muy descarado siguió haciéndome luz de gas. Tremendo valor tienen algunos, la verdad.

Al final admitió que había cambiado el turno porque une de les chiques tenía un examen y necesitaba más tiempo para estudiar. Claro, querido Ahmed, pero intentaste hacer los cambios a medianoche. Maravillosa jugada.

Pero no acaba ahí. Yo terminaba a las cinco. Y ahí estaba, cual Calamardo cansade de la vida, queriendo irme a casa. Hasta que Ashley, el chico que estaba llevando el turno de noche viene y me dice que quien se supone que tiene que venir no puede porque… ¡Ahmed le puso el turno sin avisar! Al final, este chico me deja irme a casa a las seis después de encontrarme un relevo preguntando por Whatsapp. ¡Gracias, Ashley!

Y el otro incidente, por suerte, no es tan fuerte como el anterior, pero a mí me tocó la fibra. Veréis, algune iluminade pensó que poner hielo en cubos enormes y ponerlos en la cámara frigorífica sería una buena idea. Para poder limpiar la máquina de hielo, claro está. ¿Problema? Veréis, esos cubitos de hielo estuvieron fuera el suficiente tiempo para que se derritieran ligeramente, y una vez los cubos fueron puestos en la cámara frigorífica, los cubitos de hielo que contenían se convirtieron en pedazos de hielo. Y una vez se nos acabó el hielo en las máquinas de bebidas, hubo un pobre alma que tuvo que ir a coger esos cubos. Yo fui esa alma.

Tratando de romper esos pedazos, me hice daño en el meñique, y bueno, se me escaparon un par de palabras feas. Bien, pues por esa memez se me llamó la atención. Que hey, yo me podría haber roto el meñique con el dichoso hielo o algo, pero lo más importante era mantener mi boca de marinero bien cerrada. Maravilloso.

Pues cosas como estos dos incidentes me sentaron como el culo, y peor. Y decidí hacer una locura: sentarme a hablar, como adultes, con el jefe de área. A explicarle toda la movida que teníamos en el restaurante. Y así, sin saberlo hasta más tarde, me estaba uniendo al club de personas que se habían estado quejando de Ahmed y su forma de hacer las cosas.

Lo que fue un poco decepcionante es que nuestros superiores mostraron más preocupación por algo que haría al Señor Cangrejo parecer un alma caritativa. Veréis, había llegado a nuestros oídos que Ahmed, en lugar de tener salario de gerente, había decidido mantener el sueldo de encargado, que en teoría era inferior al salario. En teoría, hasta que el señor se daba a sí mismo 50/60 horas cada semana, lo cual resultaba en una paga bastante abultada cada viernes. Mientras tanto, al restaurante le faltaban manos.

Y así fue como Cecil se volvió el nuevo manager. Ahmed se negó a cambiar sus condiciones de pago y perdió su puesto de gerente. ¡Ooooops!

Creeréis que las cosas fueron a mejor… Y sí, Ahmed estuvo callado y cabizbajo un par de semanas, pero cuando vio que, a pesar de todo, Cecil estaba siendo presionando por los superiores por razones económicas, el señor volvió a las andadas, e incluso peor.

¿Recordáis mis problemas de salud y los chorrocientos viajes al baño? Bien, amiwis, el señor Ahmed no dudaba en aprovechar cada ocasión posible para señalarme por ello. A pesar de que cada vez que se quejaba, mi respuesta era: “Oye, si quieres, hablo con mi médico y te enseño los papeles que prueban que mi problema está ahí, ¿vale?” Y el señor nunca quería pruebas. Porque claro, es más fácil señalarme como vague que aceptar que, quizá, sí que tenía problemas de salud que se estaban volviendo discapacitantes.

Y no solo eso, problemas que habían estado ahí se volvieron mucho más frecuentes y evidentes. Como el microgestionarme a la mínima oportunidad, tratarme de forma menos favorable e incluso obligándome a llevar una pequeña placa con mi necrónimo porque “todo el mundo lleva una”. Cuando la mitad de la gente pasaba del asunto. Genial todo.

Que sí, a pesar de que Cecil había conseguido quitarme de las cajas en los momentos en los que era menos capaz de lidiar con la sobrecarga (tanto sensorial como laboral), era como si nunca pudiera ver cómo de mal me estaba tratando Ahmed. Pero al menos determinados aspectos mejoraron, como el número de horas trabajadas por semana.

Fueron, unos meses fáciles, hasta que en noviembre nos cae el jarro de agua fría de que nuestros superiores de la franquicia decidieron trasladar a Cecil de restaurante, y a nosotros nos iba a llegar un gerente nuevo. Y ahí fue cuando todo explotó de una forma bestial.

Este nuevo gerente, al que llamaré Butch, era un vago. Tan vago que podrías buscar “vago” en Google y te saldría su foto en la primera fila. Lo cual se tradujo en: Ahmed volvía a estar a cargo de cosas como hacer los horarios, algo que no debería volver a hacer bajo ningún concepto. Y sin Cecil alrededor, se creció aún más en sus desprecios.

Para colmo, nadie salvo yo misme se había molestado a sentarse con Butch cinco minutos y decirle claramente: “Oye, Sariel es autista. Lo pasa fatal en cajas, pero si le dejas que haga cosas en cocina se las apaña bien”. Nadie lo hizo, y no mucho más tarde tuve un colapso mental. No sólo un colapso autista, ojo. Un colapso mental tan malo que apenas recuerdo nada de él. Lo que sí recuerdo es que estuve extremadamente cansade después, lo cual me pasa cuando exploto.

Fue tras ese colapso en el que me di cuenta que no tenía sentido que siguiera intentando cambiar la situación a mejor. Me sentía sole y aislade, a pesar de que Ahmed le hacía la vida imposible a varies de mis compañeres no musulmanes. Yo ya tenía suficiente con estar enferme de algo que había tomado meses, o incluso años, en ser diagnosticado, y que en ese momento estaba empeorando vertiginosamente debido a mi precario estado mental. Porque sí, a pesar de que estaba intentando encontrar terapia para llevar mejor la situación, no todo es sentarme a hablar de cómo me siento, especialmente en casos como el mío. Si las cosas no cambiaban y yo seguía empeorando, me había dicho de ir al médico y pedir la baja. Total, en teoría por lo mío ningún doctor debería dudar de mi palabra, ¿verdad?

Bueno, pues a principios de diciembre casi tuve otro colapso. Digo casi porque mi novia me dijo claramente que si sentía venir otro colapso mental como el anterior, que ni me lo pensara y le llamara. Sí, mi novia, también autista, que odia las llamadas de teléfono casi tanto como yo. ¿Qué me hizo perder los papeles esta vez? Butch esperaba que pudiera hacer el trabajo de tres personas sin darme la oportunidad de hacerlo a mi ritmo, el cual no era su velocidad deseada. Vamos, algo que nunca se le debería hacer a alguien autista. Y claro, ahí cortocircuité, o casi, porque grité que yo así no podía trabajar y que me largaba, mientras me desahogaba con mi novia al otro lado de la línea.

Aunque este colapso no fue tan malo como el primero, recuerdo que, ese viernes por la noche, todo cuanto quería era beber zumo de naranja y comer muchos dulces (resumiendo: azúcar). Recuerdo haberme pasado una hora en el Tesco que tenía cerca hablando a grito pelado, desahogándome de Ahmed, de Butch y de cualquiera que me estaba contrariando allá por finales de 2019.

Lo que sí sé es que, a pesar de que pasé un buen fin de semana con mi novia, yo no estaba mentalmente recuperade. Recuerdo sentir ansiedad por el lunes porque sabía que Ahmed estaría haciendo el mismo turno que yo, y conociéndole, tenía la corazonada de que intentaría provocarme otro colapso para justificar el despedirme. O, al menos, ser él mismo, lo cual tampoco era muy bueno.

Recuerdo ese lunes. 9 de diciembre de 2019. Lo recuerdo porque, en resumidas cuentas, tuve una decepción con algo relacionado con uno de mis intereses especiales. Y todo porque me dije “Debería irme a dormir, que trabajo. Y si no duermo bien no estaré mentalmente estable”. Por eso, digamos que me quedé dormide para algo que es importante para mí. Entonces lo supe: si iba a trabajar, iba a tener otro colapso. Le iba a dar cartas a Ahmed para joderme aún más. Y ahí estaba, a las seis de la mañana, preguntando en Twitter si debería ir al médico y pedir la baja. En retrospectiva, me doy cuenta de que eso era una pregunta retórica, pero por entonces estaba tan jodide mentalmente que necesitaba validación.

Y lo hice. Dije que en Whatsapp que no estaba en condiciones físicas o mentales para continuar trabajando, y que ese mismo día entregaría mi baja. Mi médico instantáneamente me dio la baja, porque sabía de sobra que mi condición solo podría mejorar si me operaban.

Mi baja no fue el final de mis enfados con Ahmed o Butch. Debido a la suma incompetencia de ambos, tuve que ir varias veces al restaurante a pedirles que tramitaran mi baja correctamente, porque no estaba siendo pagade. Pero, para bien o para mal, cuando el covid llegó cuatro meses más tarde pude tramitar yo misme mi baja directamente con recursos humanos.

Así, silenciosamente, dejé el grupo de Whatsapp, respondía a cada correo electrónico de recursos humanos con algo a lo “lo siento, me han cancelado la operación, no sé cuándo volveré a estar disponible” y, sencillamente, tenía la mente y el corazón puestos en la idea de que nunca, jamás de los jamases volvería a trabajar para ese restaurante, o comida rápida en general. Mi salud mental y mi cordura valen mucho más que eso.

Sé que es un final un tanto anticlimático, especialmente porque no tomé notas de cada vez que Ahmed se pasaba de la raya conmigo o tomé suficientes capturas de pantalla para probar los múltiples chanchullos que han pasado. Porque no os engañéis: varies compañeres y yo sabemos de ciertos sucesos ilegales, pero no fuimos lo suficientemente perspicaces de conseguir pruebas para ir a la vía legal.

Sin embargo: dejad que os diga una cosa. Una de las amenazas favoritas de Ahmed era: “¿Y a ti quién te va a dar trabajo con esa actitud?” Sí, implicando que solo él me estaba dando esa oportunidad. Bueno, pues una vez me recuperé de la operación y estuve liste para trabajar encontré el trabajo perfecto para mí. En tiempo récord. En un pueblo más pequeño que Manchester. Eso fue hará casi dos años, y sigo trabajando ahí. En mi trabajo actual se me respeta y se me valora, y como sé lo que me hago se me deja bastante a mi bola. Y sí, es cierto que mi salud mental no está perfecta, pero echando la vista atrás sé que ahora mismo estoy mucho mejor que en 2019.

En cambio, sé que Ahmed acabó por ser despedido. No sé absolutamente nada del cómo. Sé que debido a su trato hacia otres se ganó el estar en su última advertencia, y eso fue antes de que Cecil fuera trasladado. Eso sumado al hecho de que su abuso hacia ciertos compañeres se volvió más vicioso una vez necesité la baja, podrían explicar por qué ya no trabaja ahí. Sinceramente, no me da la gana gastarme unas 30 libras en trasporte para ir ahí y comprobarlo.

Si hay algo en claro que puedo sacar de esta historia es: si sientes que te están tratando mal y estás en un ambiente tóxico: LÁRGATE. En serio, no intentes cambiar las cosas, porque acabarás por absorber esa toxicidad y volverte casi tan male como la fuente de toxicidad. Lo sé porque yo me volví así intentando buscar la simpatía y el apoyo de los demás, y me sabe fatal ser consciente de que reproducí cierta toxicidad en mi ambiente laboral.

El otro consejo que puedo dar es, si sentís que podéis lidiar con todo el estrés y queréis que haya consecuencias legales, ¡tomad notas! ¿Fulanite dice homofobadas a tu alrededor sabiendo que eres gay? Bueno, pues cada vez que lo haga, tú apuntas fecha, hora y lo que ha hecho. ¿Menganite está jugando a favoritos? Vale, esto es más complicado, pero quizá necesites guardarte rotas, por ejemplo. ¿Zutanite no se toma la seguridad alimenticia en serio? Otra vez, apunta fecha y hora y lo que ha hecho. Consigue documentación. A más pruebas tengas, más fácil lo tendrás para tener un caso. Y créeme, hay abogados laboralistas muy buenos ahí fuera.

Por último, pero no menos importante… Mirad, si tenéis la energía y las habilidades sociales, acudid a los sindicatos. Que sí, que en Reino Unido los sindicatos sudan muchísimo de les trabajadores de comida rápida y es muy difícil colectivizar un sector tan volátil debido a la alta precariedad del mismo, pero chiques, no olvidéis que prácticamente todos los derechos laborales que tenemos vienen de sindicatos plantando cara. Hablad con vuestres compañeres. Hacedles ver que hay solución. Yo lo intenté y fallé porque no tengo ese encanto social. Pero otres podríais intentarlo.

Me he dejado muchas cosas en el tintero porque, a más escribía, más me estaba dando cuenta de que este texto iba a ser muy largo, y a pesar de que esto lo estoy escribiendo para asimilar que no es culpa mía, tampoco quiero que sea algo que caiga ignorado. Pero lo importante es que estas cosas pasan, y a más voces se alcen, más fácil será parar esta lacra.

miércoles, 26 de octubre de 2022

La jeta de Hellena

TW: SUICIDIO

Cuando Quevedo escribió “Poderoso caballero es Don Dinero”, seguro que no se imaginaba que su poema, después de varios siglos, seguiría siendo relevante. Desgraciadamente, vivimos en una sociedad donde el dinero lo es prácticamente todo, lo cual es bastante malo, y es que casi todas las fechorías que existen ahí afuera tienen una razón de ser: dinero.

La raíz de lo que voy a escribir sigue siendo el susodicho dinero. Más concretamente, una disputa salarial. Pero no me malinterpretéis, la disputa salarial en realidad es lo menos importante. Espero que sepáis por dónde intento ir.

A modo de resumen: hace unos días una actriz de doblaje, Hellena Taylor, se hizo viral por unos vídeos publicados en su cuenta de Twitter. En esos vídeos hablaba de la “ofensiva oferta” de darle voz a Bayonetta en la nueva entrega de la saga. Según Hellena, la oferta de empleo era poner su voz en todo el juego a cambio de 4.000 dólares americanos. Por eso, sugirió que Bayonetta 3 debería ser boicoteado, y el dinero que habría ido destinado a comprar el juego debería haber sido donado a alguna ONG.

Después de que varios medios especializados desmintieran su versión de los hechos, la actriz ha admitido que la oferta real era de 15.000 dólares. También ha dicho que todo esto es una maniobra de la desarrolladora, Platinum Games. Además, ella dijo que publicaría una lista de las 14 ONGs a las que los fans podrían donar, como sugerencia para apoyar su boicot.

Tal lista aún no ha sido publicada en el momento de redactar este escrito, dos días después de las últimas palabras de Hellena.

Hay muchas cosas que están mal en esta situación. Resumiendo el contenido de los tres vídeos que se hicieron virales, la actriz no solo está molesta con la oferta. Está molesta con la compañía que ha desarrollado Bayonetta, está molesta con Nintendo e incluso está molesta con la actriz que ha tomado su puesto. Esto último es cuanto menos curioso, porque Hellena cita como una de las razones para apoyar el boicot el hecho de que los actores de doblaje merecen más respeto y una mejor remuneración. Entonces, ¿por qué hablar de Jennifer Hale de esa manera?

Y sí, hay una razón por la que estoy escribiendo esto en NeuroAwesome.

Hellena dijo lo siguiente en su segundo vídeo: “he sufrido depresión y ansiedad, me he preocupado de verme en la calle, y eso me asustó tanto que tuve pensamientos suicidas”.

Bien, en principio no tendría problema con esta frase. Al fin y al cabo, es una persona hablando de sus dificultades mentales en un mundo donde, si no trabajas o no te valoran lo suficiente, este tipo de cosas suceden. ¿Cuál es el problema, entonces? Bien, estamos hablando de una persona que, valiéndose de mentiras por omisión, que ella misma ha admitido, ha tratado de instrumentalizar su precaria salud mental para ganarse la compasión de los seguidores de Bayonetta, como une servidore.

Mirad, soltar la frasecita “he tenido pensamientos suicidas” para dar pena no sólo es más feo que pegarle a un padre. Es minimizar a todes aquelles que hemos perdido por culpa de esto, a todes les que lo han intentado y han vivido para contarlo e incluso a quiénes nos lo hemos planteado muy seriamente. El suicidio no es un chiste: es un problema muy serio.

Tengo dos razones muy personales por las que esta trivialización del suicido me indigna. La primera: mi abuelo materno decidió quitarse la vida cuando sintió que su existencia ya no valía la pena. Debido a que esto pasó antes de que yo naciera, no sé muy bien los detalles. Aparte, el hecho de que esta conversación sea tabú dentro de mi propia ex-familia complica mucho las cosas.

La segunda razón es la que más me concierne. Para aquelles que no me conocen muy bien, estuve sufriendo diverticulitis complicada entre 2018 y 2021. Mi salud empeoró drásticamente a finales de 2019, hasta el punto que tuve que dejar de trabajar. Mis médicos estuvieron presionando a mi hospital para que me operaran, ya que era el único tratamiento que podía ayudarme. Por desgracia, debido a la llegada del covid, tal operación fue oficialmente cancelada en marzo de 2020. Entonces me quise morir. Estaba planeando cómo morir de forma rápida y sin dolor, porque ya estaba harte de sufrir, de sentirme inútil, de ser incapaz de comer, de tener que tomar una retahíla de medicación religiosamente solo para no morirme. Pero me estaba muriendo igual.

Yo no estaría escribiendo estas líneas de ser por mi novia. Y joder qué aguante, porque no me operaron hasta enero de 2021. Aguanté desde abril hasta enero sin que me diera el chungo de decir “A tomar por culo”. Creedme cuando os digo que me pasaron cosas muy mierdosas que podrían haberlo causado. Pero lo aguanté de alguna manera, y me alegro de haber aguantado.

¿A dónde quiero ir con mi experiencia personal? Escribir estas líneas no ha sido fácil. Saber que he estado a nada de intentarlo tampoco lo es. Y nunca, pero nunca, tendría los santos bemoles de usar mi sufrimiento de esta forma. Y encima mintiendo, como se ha demostrado en el caso de Hellena. Porque, si por lo menos, resultara que estaba diciendo la verdad, al menos se le podría perdonar. Sin embargo, después de que incluso ella misma haya admitido que ha mentido, ese “he tenido pensamientos suicidas” no son sólo palabras: es una instrumentalización de un problema muy serio, y del que no quiero ni necesito pruebas para saber que alguien cercane a cualquiera que esté leyendo esto lo esté sufriendo, de una forma u otra. Especialmente si es alguien autista, ya que tenemos entre 9 y 12 veces más probabilidades de morir así.

Las acciones de Hellena no solo han dañado a sus compañeres de profesión, les cuales lo van a tener más difícil a la hora de hablar de la precariedad de su sector. Sus palabras también están dañando a aquelles que vivimos con problemas de salud mental. Declaraciones como las suyas hacen que se nos tome menos en serio cuando decidimos hablar de lo que nos pasa. Y al final perdemos todes.

No instrumentalicéis el suicidio, por favor. Nunca sabéis a quiénes podéis estar empujando al límite.

¿Queréis que añada algo que hace todo esto mucho peor? Bueno, pues mientras escribía esto he encontrado un tuit con capturas de pantalla que prueban que Hellena Taylor es racista y tránsfoba. Puagh.

Actualización: 29 de octubre de 2022, 21:30 (hora de Canarias/Londres)

De las 14 ONGs publicadas por Hellena Taylor ayer en su Twitter, cuatro de ellas apoyan ideario antiabortista, según fuentes especializadas. Las ONGs problemáticas son Billboards for Life, St. Monica Church, Aid to the Church in Need UK y Missionaries of Charity.

De hecho, otra fuente se centra exclusivamente en Billboards for Life.

Mi conclusión personal es que, tratando de conseguir un mejor salario, del cual no puedo opinar con conocimiento porque no pertenezco a la industria, Hellena se ha mostrado a favor de valores bastante retrógrados, lo cual ha enfadado a muches fans de la saga (yo misme incluíde) por ser el extremo opuesto al personaje que estuvo dando voz.

domingo, 23 de octubre de 2022

Oye, mamá, eres autista

Llevo días pensando en si debería hacer esto, ¿y sabes qué? Debería. Pero no por ti, mamá. Sinceramente, no espero que encuentres esta carta abierta. Porque si lo haces, voy a tener que plantearme muy seriamente cómo de eficaz está siendo mi estrategia de bloquear cualquier cuenta de red social que me sea sospechosa. No obstante, sabiendo lo mucho que me has despreciado desde siempre, también puedo decir con casi total seguridad que no has intentado buscarme. Ni un poquito. Y mejor así.

Hay una verdad que deberías empezar a asumir. Eres autista. Te guste o no.

Lo sé, lo sé, esto puede resultar chocante. Sobre todo por la inmensa cantidad de capacitismo interiorizado que arrastras. El mismo capacitismo que te llevó a odiarme cada vez que intentaba ser yo misme. No importa lo mucho que odies el autismo o a la gente autista. Eres autista. Vivo convencide de que tu padre era autista. Tú eres autista, mi hermano pequeño es autista y yo también soy autista. ¡No es coincidencia!

No vengo a escribir sobre Joaquín porque al fin y al cabo yo nunca le conocí. Pero a ti sí te conozco, y una vez que mandé el capacitismo interiorizado bien lejos, lo vi muy claramente. No soy psicólogue ni nada de eso, y tampoco tengo intenciones de serlo. Sin embargo, toda mi experiencia vivida me sirve para saber si alguien puede ser autista, hasta el punto de que le he dicho a gente que ni se lo olía que lo son.

¿Y sabes qué? Ha habido personas que me han escrito después de muchos años para decirme que tenía razón.

No te digo que busques un diagnóstico profesional si no quieres. Mi suegra está en el mismo cajón. Novia y yo sabemos que es autista, y ella se lo huele también. Pero siempre dice: “A mi edad, ¿para qué?”. Y no la culpo, sabiendo cómo está el patio. Quizá tú sí necesites respuestas, o ayuda, y el diagnóstico sea la respuesta. Si ese es el caso, espero y deseo que quien te atienda sea más amable que yo. Porque no sé si lo has notado, pero yo me estoy moderando muchísimo.

Y sí, puedes usar esta carta. Le ahorrará mucho trabajo a le pobre que te toque.

Voy a empezar por lo más obvio. Lo mucho que sabes de Clint Eastwood y películas del oeste. ¿Tú crees que una persona alista sabría tanto de un tema tan concreto? ¿Así por que sí? No. Lo tuyo es un interés especial, y no tan raro.

El hecho de que prefieras comer cosas como coles de Bruselas, filetes de hígado o mejillones tiene una explicación también. Te gustan las comidas con sabores y olores fuertes porque buscas algo que te estimule sensorialmente. Eso, mamá, es muy, pero muy autista.

Hablando de diferencias sensoriales, el hecho de que te marees en todo medio de transporte habido y por haber también puede ser explicado con autismo. Tu sistema vestibular es tan sensible que técnicamente podrías marearte caminando. Y sí, está relacionado con ser autista, aunque de momento esa relación está establecida porque otres autistas adultes confirman que les pasa.

¿Te acuerdas cuando creías que te estabas quedando sorda? Los médicos te hicieron muchísimas pruebas y llegaron a la conclusión de que a ti no te pasaba nada. Bueno, puede que con la edad sí que esté pasando. No obstante… La única vez que vi a nuestra familia extendida me di cuenta de algo interesante: todo el mundo lo pasaba mal para entender cosas a la primera, y había que repetir frecuentemente. Ahora me doy cuenta de que no es sordera, son dificultades en el proceso auditivo.

Aparte, tú tienes estereotipias, solo que no son tan obvias. Cantas y hablas sola. Todo el rato. Una canción muy concreta. ¿Y sabes quién más tiene estereotipias? ¡Exacto!

Podría seguir y seguir en esos pequeños detalles que suelen escapar, pero tampoco quiero aburrir a quien acabe por leer esto. Y si estás leyendo esto, tampoco es que importe mucho que siga, porque seguro que vas a intentar desmontar punto por punto. Pero yo lo tengo claro. ¿De dónde narices me viene el autismo si no es de ti? Porque de papá ya te digo que probablemente lo que me ha tocado es TDAH. La diferencia es que a papá no lo tiraría dentro de un volcán, así que realmente no tengo razón para ir a por él públicamente.

Entiendo que te va a costar procesarlo. Es más, a mí me costó casi diez años gracias a tu capacitismo interiorizado, y eso si sólo cuento desde que a cierto psiquiatra se le escapó contarme lo mío. Pero es lo que hay. No puedes cambiar quién eres. Puedes aceptarlo y vivir feliz siendo tú misma, como yo estoy haciendo. O puedes hundirte en una espiral de odio y autodestrucción, como Francisco está haciendo. Eso si el hígado no se le ha ido ya a la mierda, claro está.

Si nuestra relación hubiera sido diferente, intentaría ayudar más en serio, pero como siempre he sido la oveja negra de la familia, esta carta es lo máximo que voy a hacer por ti; y eso es si la encuentras primero. Tu problema no es ser autista. Tu problema es cómo has tratado a muchas personas de nuestras vidas. Desprecios que sólo he podido ver claramente una vez que estaba lejos de ti. Porque ahora entiendo por qué no te gustaba un pelo la abuela, por ejemplo. O lo mucho que intentabas controlarme, como si estuvieras intentando vivir a través de mí. Lo tuyo es de terapia.

Es más, gracias a una persona que no voy a mencionar porque ni la conoces, te doy a dar un consejo de gratis: mírate lo tuyo primero, y entonces ya buscas el diagnóstico de autismo. Te lo digo porque podrías usar el ser autista como excusa, como ella adora hacer todo el tiempo. Al final, a nadie le importa que el autismo pueda ser una explicación, porque nunca para de liarla. Y a ti te pasaría lo mismo si lo intentaras, así que mejor no lo hagas.

Podría ser más crude y cruel, pero tengo suficiente con repetir los chistes de Musculitos, de Historias Corrientes. O compararte con Samina, de Pokémon Sol y Luna. Creo que no tengo que dar más detalles de lo terrible que eres, y lo feliz que soy desde que tengo mi propia familia. Y créeme, he aprendido muchísimo de tus errores. ¿Y sabes quién más debería aprender de tus errores? ¡Tú, mi madre!

domingo, 16 de octubre de 2022

Robarnos la voz

Sé que no soy la persona más adecuada para escribir esto. Pero probablemente sí sea la más sinvergüenza. Y quizá también quien tenga menos miedo a posibles represalias. Al fin y al cabo, ¿qué van a hacerle a une mindundi como yo, que ni siquiera vive en el mismo país? ¡Buena suerte, amiguites!

No obstante, no importa lo mayor que me haga ni lo ermitañe social que me vuelva, al final me acabo enterando de cosas, y como de costumbre, tengo que venir al blog a decir lo que pienso. Otra vez, párrafo de arriba. Algo de no tener vergüenza, algo de eso...

A pesar de que no paso mucho tiempo en Twitter, tuve a bien de enterarme que el pasado 8 de octubre hubo una concentración autista en Madrid. Y sí, las cursivas tienen su razón de ser.

Aunque a simple vista parecía algo correcto, quizá sea el hecho de que vivo en otro país, y por ende, estoy más desconectade de las cosas que pasan a nivel local en España, pero a posteriori, la gente no parecía muy feliz respecto a la concentración. Y luego, un comunicado quejándose de lo de siempre. Que por cierto, me han tenido que ayudar a encontrarlo porque ha sido borrado de Twitter.

¡Ahá! Ya estamos otra vez... ¿verdad?

Me consta que la organización que llevó a cabo el evento no es autista. También me consta que dicha concentración no resultó ser muy compatible con las necesidades del grupo que decían representar. E incluso contaron en espíritu con cierto profesional que hace diagnósticos... Por el módico precio de un mes de salario mínimo, más o menos.

¿Qué quiero decir con esto? Mirad, chiques, desgraciadamente como no pude estar allí mi crítica no puede ser exhaustiva. Y por favor, tomad mis palabras con algo de sal. Pero lo molesto es que existen ahí fuera personas sin escrúpulos ni vergüenza que usan símbolos de nuestra comunidad; como infinitos arcoiris; para sus propios fines personales, profesionales, o ambos. Ahora que por fin estamos empezando a deshacernos de toda la parafernalia medicalista que rodea al autismo, y a la neurodiversidad en general, tenemos que trabajar en deshacernos de aquelles que realmente no piensan que merezcamos los mismos derechos que elles.

Si somos las propias personas autistas las que levantamos la voz y hablamos de nuestras necesidades, correctísimo. Incluso si no estamos de acuerdo en ciertas cosas. No obstante, y esto es 100% personal, no considero que personas alistas deban estar al frente de este tipo de eventos. Eso para empezar.

Luego, el hecho de que no se tomaron en cuenta cosas como el ruido que puede haber en una concentración. ¡Menos mal que una asamblea independiente pensó en crear una zona de cuidados! Yo si hubiera estado ahí la hubiera necesitado, y es que el ruido es una de las razones por las que me he convertido en una ermitañe social. No lo aguanto. Colapso.

Y para rematar, los ponentes. Mirad, yo entiendo que es difícil encontrar gente adecuada para eso. Es más, yo sé que lo pasaría fatal para hablar en un evento, y al final estaría a lo: "weno, pos vais a leerme lmao". También entiendo que a veces haya que recurrir a personas relacionadas con el autismo, como adres de personas autistas. Pero lo que me escuece, y después de haberme enterado de un par de cosas gracias a un pequeño puñado de almas en Discord, es que hubo una persona muy concreta que incluso mercantilizó su presencia en el evento. No quiero decir nombres concretos porque me han advertido que tiene el gatillo flojo para denunciar. He dejado pistas, para quien sepa ver. Quizá sea la razón por la que no puedo encontrar ese comunicado en Twitter. Especulo, no afirmo.

¿Pero en serio? ¿Así es cómo están las cosas ahora mismo? Porque lo que sí recuerdo de ese comunicado es que afirmaban que a las personas autistas, como yo, las estaban silenciando y tratando de extremistas. ¿Y sabéis qué? Si decir bien claro lo que pienso es ser extremista, ¡tengo noticias para vosotres! ¡Soy une extremista!

Y luego que por qué creamos blogs, estamos en las redes sociales y a la mínima tenemos que ir dejándonos cucharas para que se nos escuche... Nos siguen robando la voz, y muy descaradamente. Pero no os preocupéis, lo bueno de que este evento haya sucedido es que puede haber más, y eso significa la posibilidad de que sean personas autistas quienes lo gestionen.

Nada sobre nosotres sin nosotres. Y si lo es, no vale nada.

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